Andrés Bello
(Caracas, 1781 - Santiago de Chile, 1865) Filólogo, escritor, jurista y pedagogo venezolano. Interesado desde muy joven por la lectura de los clásicos y educado en la filosofía enciclopedista, Andrés Bello completó su formación con estudios de literatura, filología y derecho, que sin embargo no pudo terminar por falta de recursos; fue esencialmente un autodidacta de altísima capacidad intelectual.
Bello es la figura más representativa del avance cultural chileno e hispanoamericano de la primera mitad del siglo XIX. Admiró y siguió la poética libertaria de Victor Hugo y Lord Byron. Fue un decidido defensor de la pureza y propiedad del idioma castellano y, aún así, acogió los giros populares en la medida en que éstos no chocaran con los términos castizos en uso. Se dedicó un tiempo a la enseñanza privada, y tuvo como discípulo a Simón Bolívar. Le dio tiempo también a practicar la creación poética, en la que mostró una fuerte influencia neoclásica.
A raíz del comienzo del proceso independentista en 1810 (Independencia de la América Española), Andrés Bello se trasladó a Londres en calidad de secretario de los delegados de la Junta de Gobierno venezolana, Simón Bolívar y Luis López Méndez, gestores del apoyo o la neutralidad del gobierno inglés frente a la Revolución. Contrae allí matrimonio con María Ana Boyland quien murió prematuramente dejándole dos hijos, Carlos y Francisco.
Los reveses del movimiento emancipador y su nueva responsabilidad familiar lo colocaron en una difícil situación económica que pudo subsanar en parte gracias a la enseñanza del latín y francés, idiomas que había estudiado con dedicación. Volvió a casarse con Isabel Antonia Dunn, de quien tuvo numerosa descendencia.
En 1822 comenzó a trabajar en la Legación de Chile y luego en la de Colombia. A pesar de sus infortunios económicos, su actividad intelectual fue intensa en esos años: se relacionó con escritores y pensadores, estudió griego, colaboró en periodismo y revisó documentos de distinto tipo.
En 1823, junto al colombiano García del Río, publicó la revista Biblioteca Americana o Miscelánea de Literatura, Artes y Ciencias y, en 1825 la revista Repertorio Americano, ambas para difundir los sucesos y la cultura de Hispanoamérica. Allí aparecieron sus artículos y poemas bajo el título genérico de Silvas Americanas, Alocución a la Poesía -fragmentos de un poema sobre América- y la famosa oda Agricultura de la Zona Tórrida. La situación de su país estaba lejos de mejorar y Bello no podía regresar, así que ofreció sus servicios a Chile y aceptó la petición del embajador Mariano Egaña -hijo de Juan Egaña- hecha a nombre del presidente Pinto, de ocupar el cargo de Oficial mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores, después de permanecer dieciocho años en Inglaterra.
En 1829, a los 47 años de edad, se estableció en Chile. Desde su nueva posición, Bello inició una fecunda labor intelectual, cultural y política que dejaría profundas huellas en el país. Fue rector de la Universidad de Chile a partir de 1843, cargo para el que fue reelegido tres veces consecutivas. Fue también senador en 1837 y 1855 al tiempo que se constituía en redactor fundamental del Código Civil chileno, basado en el napoleónico. Publicó, también, varias obras de jurisprudencia y derecho internacional.
Andrés Bello fue también director y redactor de El Araucano, periódico ministerial fundado por Diego Portales en 1830, en el cual publicó numerosos artículos de educación, filosofía y teatro. En 1842 polemizó con el rioplatense Domingo Faustino Sarmiento sobre cuestiones de lengua, estética y política. Se ocupó del lenguaje a través de numerosos estudios. Sobresale su Gramática de la Lengua Castellana (1847), que le valió ser designado miembro correspondiente de la Academia Española de la Lengua, y su Ortología y métrica, los dos trabajos más originales que se han realizado en nuestro idioma sobre esta materia. Escribió también un comentario a El Criterio de Balmes, y un estudio sobre El Cantar de Mío Cid.
En 1843 comienza a publicar en la revista El Crepúsculo su obra Filosofía del entendimiento, que sólo aparecería publicada completa después de su muerte, en 1881. Pensada como libro de texto, pero elaborada de forma innovadora, tiene como objeto de investigación un campo mucho más amplio que el mero entendimiento humano, puesto que en él incluye hasta la metafísica.
ÉGLOGA
Imitación de Virgilio
Tirsis, habitador del Tajo umbrío,
con el más vivo fuego a Clori amaba;
a Clori, que, con rústico desvío,
las tiernas ansias del pastor pagaba.
La verde margen del ameno río,
tal vez buscando alivio, visitaba;
y a la distante causa de sus males,
desesperado enviaba quejas tales:
No huye tanto, pastora, el corderillo
del tigre atroz, como de mí te alejas,
ni teme tanto al buitre el pajarillo,
ni tanto al voraz lobo las ovejas.
La fe no estimas de un amor sencillo,
ni siquiera, inhumana, oyes mis quejas;
por ti olvido las rústicas labores,
por ti fábula soy de los pastores.
"Al cabo, al cabo, Clori, tu obstinada
ingratitud me causará la muerte;
mi historia en esos árboles grabada
dirá entonces que muero por quererte;
tantos de quienes eres adorada
leerán con pavor mi triste suerte;
nadie entonces querrá decirte amores,
y execrarán tu nombre los pastores.
"Ya la sombra del bosque entrelazado
los animales mismos apetecen;
bajo el césped que tapiza el prado,
los pintados lagartos se guarecen.
Si afecta las dehesas el ganado,
si la viña los pájaros guarnecen,
yo solo, por seguir mi bien esquivo,
sufro el rigor del alto can estivo.
"Tú mi amor menosprecias insensata,
y no falta pastora en esta aldea
que, si el nudo en que gimo, un dios desata,
con Tirsis venturosa no se crea.
¿No me fuera mejor, di, ninfa ingrata,
mis obsequios rendir a Galatea,
o admitir los halagos de Tirrena,
aunque rosada tú, y ella morena?
"¿Acaso, hermosa Clori, la nevada
blancura de tu tez te ensoberbece?
El color, como rosa delicada,
a la menor injuria se amortece.
La pálida violeta es apreciada,
y lánguido el jazmín tal vez fallece,
sin que del ramo, que adornaba ufano,
las ninfas le desprendan con su mano.
"Mi amor y tu belleza maldecía,
tendido una ocasión sobre la arena,
y Tirrena, que acaso me veía,
-¡oh Venus, dijo, de injusticias llena;
lejos de unir las almas, diosa impía,
las divide y separa tu cadena!...
De Clori sufres tú las esquiveces,
y yo te adoro a ti que me aborreces.-
"¡Ah! No sé por qué causa amor tan fino
puede ser a tus ojos tan odioso;
cualquier pastor, cuando el rabel afino,
escucha mis tonadas envidioso.
¿No cubre estas praderas de contino
mi cándido rebaño numeroso?
¿Acaso en julio, o en el crudo invierno,
me falta fruto sazonado y tierno?
"Ni tampoco es horrible mi figura,
si no me engaño al verme retratado
en el cristal de esa corriente pura;
y a fe que a ese pastor afortunado
que supo dominar alma tan dura,
si a competir conmigo fuese osado,
en gentileza, talle y bizarría,
siendo tú misma juez, le excedería.
"Ven a vivir conmigo, ninfa hermosa;
¡ven! mira las Drïadas, que te ofrecen
en canastos la esencia de la rosa,
y para ti los campos enriquecen.
Para ti sola guardo la abundosa
copia de frutos que en mi huerto crecen;
para ti sola el verde suelo pinto
con el clavel, la viola y el jacinto.
"Acuérdate del tiempo en que solías,
cuando niña, venir a mi cercado,
y las tiernas manzanas me pedías
aún cubiertas del vello delicado.
Desde la tierra entonces no podías
alcanzar el racimo colorado;
y después que tus medios apurabas,
mi socorro solícita implorabas.
"Entonces era yo vuestro caudillo,
mi tercer lustro apenas comenzado,
sobresaliendo en el pueril corrillo,
como en la alfombra del ameno prado
descuella entre las yerbas el tomillo.
Desde entonces Amor, Amor malvado,
me asestaste traidor la flecha impía
que me atormenta y hiere noche y día.
"¡Ah! Tú no sabes, Clori, qué escarmiento
guarda Jove al mortal ingrato y duro;
hay destinado sólo a su tormento
en el lóbrego Averno un antro oscuro;
en su carne cebado, un buitre hambriento
le despedaza con el pico impuro,
y el corazón viviente devorado
padece a cada instante renovado.
"Mas, ¡ay de mí! que en vano, en vano envío
a la inhumana mi doliente acento.
¿Qué delirio, qué sueño es este mío?
Prender quise la sombra, atar el viento,
seguir el humo y detener el río.
Y mientras lo imposible loco intento,
tengo en casa la vid medio podada,
y en el bosque la grey abandonada.
"¿Qué fruto saco de elevar al cielo
esta continua lúgubre querella?
Ni encender puedo un corazón de hielo,
ni torcer el influjo de mi estrella.
Si Clori desestima mi desvelo,
sabrá premiarle otra pastora bella.
Ya baja el sol al occidente frío;
vuelve, vuelve al redil, ganado mío".
A LA NAVE
Oda imitada de la de Horacio o Navis, Referent.
¿Qué nuevas esperanzas
al mar te llevan? Torna,
torna, atrevida nave,
a la nativa costa.
Aún ves de la pasada
tormenta mil memorias,
¿y ya a correr fortuna
segunda vez te arrojas?
Sembrada está de sirtes
aleves tu derrota,
do tarde los peligros
avisará la sonda.
¡Ah! Vuelve, que aún es tiempo,
mientras el mar las conchas
de la ribera halaga
con apacibles olas.
Presto erizando cerros
vendrá a batir las rocas,
y náufragas reliquias
hará a Neptuno alfombra.
De flámulas de seda
la presumida pompa
no arredra los insultos
de tempestad sonora.
¿Qué valen contra el Euro,
tirano de las ondas,
las barras y leones
de tu dorada popa?
¿Qué tu nombre, famoso
en reinos de la aurora,
y donde al sol recibe
su cristalina alcoba?
Ayer por estas aguas,
segura de sí propia,
desafiaba al viento
otra arrogante proa;
Y ya, padrón infausto
que al navegante asombra,
en un desnudo escollo
está cubierta de ovas.
¡Qué! ¿No me oyes? ¿El rumbo
no tuerces? ¿Orgullosa
descoges nuevas velas,
y sin pavor te engolfas?
¿No ves, ¡oh malhadada!
que ya el cielo se entolda,
y las nubes bramando
relámpagos abortan?
¿No ves la espuma cana,
que hinchada se alborota,
ni el vendaval te asusta,
que silba en las maromas?
¡Vuelve, objeto querido
de mi inquietud ansiosa;
vuelve a la amiga playa,
antes que el sol se esconda!
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