Don Luis de Góngora y Argote, nació en Córdoba (España) el 11 de julio de 1561. Era hijo del abogado Don Francisco de Argote y de Doña Leonor de Góngora. Comenzó sus trasposiciones por el nombre, al anteponer el apellido materno en atención a la eufonía, como hará con el mundo de las palabras a través de todo su arte.
Miembro de una familia culta, alternó con grandes humanistas. Ingresó en la Universidad de Salamanca para estudiar leyes. A los 24 años, abrazó el estado eclesiástico. Viajó por Madrid, Granada, Cuenca, Burgos, Salvatierra, Pontevedra y Toledo.
Fue un poeta bivalente. Por un lado sus letrillas y romances populares de nítida expresión, por otra, sus obras cultistas. No le preocuparon temas como la religión o el amor. Lo inspiró la belleza.
Sus poesías populares son muy claras, por lo que se denominó a Góngora “ángel de luz”. En sus composiciones sentimentales describe con fina maestría las reacciones anímicas.
El romancillo “Hermana Marica”, recrea un episodio infantil. En “Las flores del Romero” se expresa un delicado sentimentalismo y en “Ande yo caliente y ríase la gente” expone su vena satírico-jocosa.
En sus romances fronterizos convierte en sentimiento amoroso el antiguo encono de la época de la reconquista. Son ejemplos: “El forzado de Dragut”, “Aquel rayo de la guerra” y “Entre los sueltos caballos de los vencidos”.
Otros romances son de tema caballeresco, como “Romance de Angélica y Medoro”, otros, descriptivos como “Granada” y otros, religiosos como “Al nacimiento de Cristo”.
En su poesía cultista, que desarrolla a partir de 1610, Góngora orquestó la sinfonía maravillosa de la naturaleza en todos sus matices, mediante el acento sabiamente distribuido, el fluctuante y rítmico endecasílabo, las esdrújulas balanceantes y la diéresis que melifica la suavidad o destruye la dureza semántica y prosódica de un vocablo.
Mediante la adjetivación infunde una sensación visual a cada uno de sus versos. Sutiliza el valor simbólico de las palabras desechando todo término en su acepción real para incorporar al verso únicamente las metáforas.
Durante tres siglos, fue considerado, por estas últimas obras, “ángel de tinieblas”. Gracias al esfuerzo genial de Dámaso Alonso, nos encontramos con una nueva valoración, positiva, acerca de este poeta.
“Las Soledades”, según el plan del autor, serían cuatro: la de los campos, de las riberas, de las selvas y del yermo, pero sólo desarrolló la primera y parte de la segunda.
“El Panegírico al Duque de Lerma”, es un alambicado poema laudatorio.
“El Polifemo”, es de inspiración mitológica.
En estas obras, bajo la oscuridad interpretativa, brilla la nitidez de una lengua en depurada perfección y el esplendor de las imágenes radiantes.
A CIERTA DAMA QUE SE DEJABA VENCER DEL INTERÉS ANTES QUE DEL GUSTO
Mientras Corinto, en lágrimas deshecho,
La sangre de su pecho vierte en vano,
Vende Lice a un decrépito indïano
Por cient escudos la mitad del lecho.
¿Quién, pues, se maravilla deste hecho,
Sabiendo que halla ya paso más llano,
La bolsa abierta, el rico pelicano,
Que el pelícano pobre, abierto el pecho?
Interés, ojos de oro como gato,
Y gato de doblones, no Amor ciego,
Que leña y plumas gasta, cient arpones
Le flechó de la aljaba de un talego.
¿Qué Tremecén no desmantela un trato,
Arrimándole al trato cient cañones?
A Córdova
Mientras Corinto, en lágrimas deshecho,
La sangre de su pecho vierte en vano,
Vende Lice a un decrépito indïano
Por cient escudos la mitad del lecho.
¿Quién, pues, se maravilla deste hecho,
Sabiendo que halla ya paso más llano,
La bolsa abierta, el rico pelicano,
Que el pelícano pobre, abierto el pecho?
Interés, ojos de oro como gato,
Y gato de doblones, no Amor ciego,
Que leña y plumas gasta, cient arpones
Le flechó de la aljaba de un talego.
¿Qué Tremecén no desmantela un trato,
Arrimándole al trato cient cañones
Francisco de Quevedo-
Francisco Gómez de Quevedo y Villegas, hijo de Pedro Gómez de Quevedo y Villegas y de María Santibáñez, nació en Madrid el 17 de septiembre de 1580 en el seno de una familia de la aristocracia cortesana. Escritor español, que cultivó con abundancia tanto la prosa como la poesía y que es una de las figuras más complejas e importantes del Siglo de Oro español.
En Madrid cursó sus primeros estudios en el Colegio Imperial de los jesuitas; —hoy Instituto de San Isidro— y después en la prestigiosa universidad de Alcalá de Henares; después cursó estudios de teología en la Universidad de Valladolid (1601-1606), ciudad que por aquellos años era la capital de España.
Hombre de acción envuelto en las intrigas más importantes de su tiempo, era docto en teología y conocedor de las lenguas hebrea, griega, latina y modernas. Destacaba por su gran cultura y por la acidez de sus críticas; acérrimo enemigo personal y literario del culterano Luis de Góngora, el otro gran poeta barroco español.
El año 1606 vuelve a su Madrid natal en busca de éxito y fortuna a través del duque de Osuna que se convierte en su protector; también entabla un pleito por la posesión del título nobiliario del señorío de La Torre de Juan Abad, —pequeña villa dependiente del municipio de Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) al sur de La Mancha—. Se traslada a Italia en el año 1613, llamado por el duque de Osuna, entonces virrey de los reinos de Nápoles y Sicilia, el cual le encarga importantes y arriesgadas misiones diplomáticas con el fin de defender el virreinato que empezaba a tambalearse; entre éstas intrigó contra Venecia y tomó parte en una conjura. El duque de Osuna cayó en desgracia en 1620 y Quevedo fue arrastrado en la caída y desterrado a sus posesiones de La Torre de Juan Abad, después, sufrió presidio en el monasterio de Uclés (Cuenca) y arresto domiciliario en Madrid. Por defender con virulencia la propuesta que el Apóstol Santiago fuese elegido el patrón de España, en pugna con los carmelitas que proponían a Santa Teresa, se vuelve a ver Quevedo castigado al destierro de nuevo en La Torre de Juan Abad. Esta etapa azarosa y desgraciada marcó todavía más su carácter agriado y además entró en una crisis religiosa y espiritual, pero desarrolló una gran actividad literaria. Con el advenimiento del reinado de Felipe IV cambia algo su suerte; el rey le levanta el destierro pero el pesimismo ya se había apoderado de él.
Su matrimonio con la viuda Esperanza de Mendoza (1634) tampoco le proporcionó ninguna felicidad al gran misógino y se separó de ella a los pocos meses.
De nuevo se siente tentado por la política, pues ve el desmoronamiento que se está cerniendo sobre España y desconfía del conde-duque de Olivares, valido del rey, contra quien escribió algunas diatribas amargas. Más tarde, por un asunto oscuro que habla de una conspiración, es acusado de desafecto al gobierno, y es detenido en 1639 y encarcelado en el monasterio de San Marcos (León), —hoy convertido en parador turístico de lujo— prisión tan miserable y húmeda, que provoca grandemente la merma de su salud.
Cuando es liberado, en 1643, es un hombre acabado y se retira a sus posesiones de La Torre de Juan Abad para después instalarse en Villanueva de los Infantes donde el 8 de septiembre de 1645 murió.
SONETO A LUIS DE GÓNGORA
Yo te untaré mis obras con tocino
porque no me las muerdas, Gongorilla,
perro de los ingenios de Castilla,
docto en pullas, cual mozo de camino;
apenas hombre, sacerdote indino,
que aprendiste sin cristus la cartilla;
chocarrero de Córdoba y Sevilla,
y en la Corte bufón a lo divino.
¿Por qué censuras tú la lengua griega
siendo sólo rabí de la judía,
cosa que tu nariz aun no lo niega?
No escribas versos más, por vida mía;
aunque aquesto de escribas se te pega,
por tener de sayón la rebeldía.
A UNA NARIZ
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un pez espada muy barbado.
Érase un reloj de sol mal encarado,
érase un alquitara pensativa,
érase un elefante boca aariba,
era Ovidio Nasón mas narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
muchísima nariz, nariz tan fiera,
que en la cara de Anás fuera delito.
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